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Las encuestas se fabrican en una industria casi ya similar a la de las pizzas a domicilio.
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Encuestas a domicilio y a granel

Por Roberto Casín
Los7Días.com

Se ha puesto usted a pensar en lo imprescindibles que se nos han hecho las encuestas. Es como si el país no pudiera ya dar un paso sin ellas. Cada vez que sale a la luz una hay lectores en espera. Incluso las tradicionales secciones del horóscopo en diarios y revistas ya no tienen la exclusiva, porque una parte del público además de leer los signos del zodiaco también busca ansiosamente lo que dicen los sondeos de opinión.

Para ellos nada tiene de particular darles crédito a las encuestas. Reyes y emperadores han consultado a astrólogos, sobrados estadistas han rendido fanático culto a los cartománticos, y no han faltado presidentes criollos que tuerzan el rumbo de todo un país dando oído a los augurios de babalaos o videntes.

Visto así no hay nada entonces de malo en guiarse por las encuestas. Al menos dan la apariencia de que se hacen en equipo, que nadie en particular adultera sus resultados, que responden a procedimientos científicos y que por ende no obedecen a la mera intuición de un chiflado con talento de comunicador o de un profeta iluminado.

Todo tipo de encuestas
Lo distinto en todo caso es que hoy nos sobran. Las hay de todo tipo. Lo mismo sobre la importancia de respetarle los derechos humanos a un genocida que sobre la crueldad que significa darle una nalgada a un niño majadero. También se hacen para comprobar que los que comen hasta por los codos tienden a la obesidad o demostrar que los adolescentes adictos al cigarrillo en teoría son también potenciales fumadores de marihuana.

Las encuestas tratan de dar respuesta a todas las interrogantes de nuestra sociedad moderna. Y siempre hay candidatos a la mano para conocer que es lo que más preocupa a la ciudadanía a la hora del desayuno o durante la cena, cuando se está cerca de un televisor.

Hasta ahora, en cambio, ninguna encuesta se ha atrevido a entrar en suelo movedizo y sondear dónde se halla la causa real de aflicciones tan agónicas como las desencadenadas por el abusivo precio de la gasolina, los alimentos y las medicinas, porque de seguro sería como quitarle la espoleta a una bomba. Además, es entendible que no aparezca así de fácil un generoso donante que decida costear tal estudio.

Tampoco las encuestas buscan exacerbar los ánimos. Su intención es más bien orientarlos por buen camino, darle al público una perspectiva equilibrada de que a pesar del aparente desconcierto que pueda existir todo marcha por buen curso y bajo control. Con tales credenciales las encuestas también demuestran madurez social y civilismo. Y en gran medida se han hecho tan americanas que son un fiel reflejo de ese don previsor y sentido de la orientación de los que tanto presume el país, algo visible sobre todo en sus autopistas, donde un enjambre de oportunas señales de tránsito le dibujan la ruta a cualquier destino hasta al más torpe de los conductores. Y se han hecho tan geográficas que si un día las quitan todas de una vez la nación se paralizaría.

El plato fuerte de los sondeos
En una sociedad tan organizada como ésta todo está científicamente calculado, hay poca cabida para los errores e improvisaciones. A tiro hecho, que la previsión y en consecuencia las encuestas son parte inherente al desarrollo: encuestas para maridos impotentes, para bipolares –que deben hacerse por duplicado–, para saber si es necesario promulgar una ley que prohíba fumar en los polvorines o sobre qué juguete tiene que comprarle a su mascota.

Con todo, el plato fuerte son las políticas. Y así de sencillo, en un año electoral como éste, hoy pueden dar de ganador al que mañana aparecerá relegado o que finalmente perderá en las urnas. Como dirían en su argot los encuestadores: predicciones con un margen de error para dejar espacio a los imprevistos y poca oportunidad a los que siempre tendrán motivos para criticarlas.

Nada, que las encuestas se fabrican en una industria casi ya similar a la de las pizzas a domicilio. Así que puede que un buen día empiecen a llegarnos a casa por correo y tan personalizadas que igual de perfectas podría habérnoslas hecho la abuela. No debería sorprendernos en un país donde ni siquiera la privacidad está a salvo de que todo se compra y casi todo se paga.

Las opiniones y el contenido expresados en este artículo son exclusivamente las de su autor y no reflejan la posición editorial de Los7Días.com.

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