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Italia canta por la cura de la humanidad

Por Otto Rodríguez
Los7Días.com

Hoy le pregunté a Alexa por lo más relevante en noticias y estuvo a punto de decirme que el mundo se está acabando.

Y no es para menos: Disney World y Universal Studios han cerrado sus puertas y Estados Unidos, al menos por ahora, se ha quedado sin deportes y entretenimiento. ¿Acaso puede existir algo peor para la gran potencia de Norteamérica?

¿Acaso puede haber algo peor para nuestra tranquilidad que una persona tan inofensiva y positiva como Tom Hanks, “the nicest guy” en Hollywood esté infectado con el coronavirus?

¿Y qué decir de los horribles días que atraviesa Wall Street?

Si a ello se añade que la industria de cruceros está paralizada y que las aerolíneas cancelan miles de vuelos diariamente en todo el planeta por falta de pasajeros, y que cada vez más países cierran sus fronteras para tratar de frenar el furtivo avance del coronavirus COVID-19, definitivamente estamos presenciando uno de los momentos más críticos de la civilización moderna.

De rodillas
El plan más diabólico concebido por la peor mente terrorista no hubiera resultado tan efectivo como lo ha sido este invisible ente que saltó del mundo animal para, en apenas pocas semanas, poner de rodillas a la humanidad.

Cuando la más bella plaza del planeta, Piazza San Marco, está desierta y un país como Italia, paladín de la socialización, queda enclaustrado producto de esta crisis, y cuando en la Puerta del Sol, en Madrid, no hay un gentío a toda hora, las cosas no andan bien en la Tierra.

Hay una creencia universal de que el carácter se pone a prueba en los momentos difíciles y este episodio ha puesto de relieve varios hechos que deben mencionarse:

Está el caso de Matt y Noah Colvin, dos hermanos del área de Tennessee que acapararon alrededor de 17,000 envases de higienizador de manos para venderlos luego a precios exorbitantes en Amazon. Y el del acaparamiento inexplicable de papel sanitario y papel toalla que ocurre en todo el mundo, y que los sicólogos atribuyen a que la población está recibiendo mensajes contradictorios sobre la epidemia existente.

Está el caso de un presidente que comparece ante el público estadounidense, desde los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, vistiendo una gorra roja con la inscripción de “Keep America Great”, porque aparentemente no sabe, o no quiere, distinguir entre hacer campaña política y gobernar para todos con una perspectiva de compasión y credibilidad, especialmente en una coyuntura tan delicada.

Está también el caso de burocracias a todos los niveles que lejos de informar de manera transparente ponen el mayor énfasis en protegerse y hacer una gestión de riesgo cuestionable, a pesar de que esas organizaciones existen gracias a los contribuyentes que en momentos como éste esperan de ellas un enfoque y respuestas claras.

Una prueba de carácter
La crisis ha puesto también a prueba el carácter de la nación estadounidense que, para garantizar un sistema gratuito de pruebas de diagnóstico del COVID-19, necesita aprobar una ley federal. En la gran mayoría del mundo desarrollado eso ni se discute, pues es parte esencial de sistemas de salud que ponen al individuo por encima del dinero.

La invisible amenaza de esta versión novedosa de coronavirus le ha demostrado a la humanidad, con total insolencia, que puede afectar a todos, incluyendo poderosos congresistas que han tenido que recurrir a cuarentenas, y personajes de relieve mundial, como es el caso de políticos, actores y deportistas.

Es el mismo virus que afecta también a esos millones de personas de la industria de los servicios en Estados Unidos que no pueden darse el lujo de faltar a su trabajo porque no gozan de la misma garantía de quienes en el Congreso discuten actualmente un plan para lograr que los días de ausencia por enfermedad sean pagados.

Mientras epidemiólogos, funcionarios y adivinadores se ponen de acuerdo en cómo terminará este episodio del COVID-19, los italianos, ante la imposibilidad de salir a tocarse, reír y socializar, se han puesto a cantar en los balcones. Son canciones de esperanza para reafirmar la tenacidad de la humanidad, pero esas tonadas debieran servir también como un recordatorio de que cristianos, budistas, musulmanes, blancos y negros viajamos juntos a la deriva por la eterna oscuridad del universo.

Las opiniones y el contenido expresados en este artículo son exclusivamente las de su autor y no reflejan la posición editorial de Los7Días.com.

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