Por César Chelala
Los7Días.com
En América Latina, varios países están en crisis, ya que la mayoría de las personas ni siquiera pueden satisfacer sus necesidades más básicas. Los últimos meses han visto un espectáculo notable: cientos de miles de ciudadanos están saliendo a las calles para protestar por lo que perciben como el ataque de sus gobiernos a su bienestar, y las respuestas de los gobiernos han sido tardías e inadecuadas.
Una razón para estas fallas se puede encontrar en una anécdota relatada por Jean Cocteau. El automóvil de dos pasajeros sufre un mal funcionamiento en el tanque de gasolina en una pequeña ciudad china. Encuentran un mecánico que pueda repararlo y él les dice que puede hacer una réplica exacta del tanque en un par de horas. Recogen el automóvil y cuando continúan el viaje cuando, en las altas horas de la noche, enfrentan el mismo problema. La razón: el mecánico también había copiado el agujero en el tanque de gasolina. Los gobiernos, y por desgracia, no solo los de América Latina, están tratando de resolver los problemas que enfrentan usando los mismos medios sin éxito alguno.
Caos continental
Lo que está sucediendo ahora es importante no solo por su dimensión, sino también por la posibilidad de un caos continental generalizado con consecuencias impredecibles, cuando América Latina parecía estar en camino hacia un desarrollo sostenido, basado en años de altos precios de los productos básicos. Sin embargo, los gobiernos, en lugar de aprovechar esta situación, han utilizado los notables recursos financieros obtenidos para sus propios y espurios objetivos.
La población, cansada de falsas promesas, recurre a votar a gobiernos populistas que aunque aumentan la deuda externa de los países usando una política de redistribución de recursos que resuelve solamente los problemas inmediatos y da a las personas una falsa sensación de seguridad. Lo hemos visto claramente ahora en Argentina, donde Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner ganaron las elecciones presidenciales, aunque la Sra. Kirchner tiene más de una docena de casos penales en su contra.
La crisis económica y social actual tiene características especiales según los países considerados. El denominador común para todos es la profunda desigualdad económica que, según las Naciones Unidas, es mayor en América Latina que en cualquier otra parte del mundo. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe afirma que, aunque en Chile los niveles de pobreza disminuyeron tres puntos porcentuales entre 2016 y 2019, el uno por ciento de la población del país aún posee el 26.5 por ciento de su riqueza.
David Konzevik, economista argentino y asesor de muchos gobiernos, ha desarrollado la teoría llamada “La revolución de las expectativas”. Según Konzevik, el grado de conocimiento e información que existe hoy hace que las personas sean conscientes de las posibilidades de una vida mejor que no se ha realizado. Los gobiernos en general permanecen sordos a las demandas de los ciudadanos. “Los pobres de hoy son ricos en información y millonarios en expectativas”, me dijo Konzevik recientemente en Nueva York.
Instituciones débiles
En casi todos los países las instituciones judiciales son débiles y, como resultado, la corrupción generalizada permanece impune. A medida que la economía mundial se desacelera, los gobiernos carecen de recursos para pagar los programas sociales. Como resultado, los ciudadanos se han vuelto cada vez más vocales en sus demandas de mejores servicios y salarios, y menos dispuesto a aceptar grandes niveles de desigualdad social.
Sin embargo, hoy no solo los pobres participan en las protestas contra los gobiernos. También protestan vastos sectores de la clase media que también ven su calidad de vida considerablemente disminuida por las políticas gubernamentales que favorecen principalmente a los ricos.
¿Hay alguna manera de salir de este pantano? La respuesta puede estar en la siguiente anécdota contada por el el historiador hispano-mexicano Juan María Alponte. “Un hombre, al pasar por una cantera, ve a tres picapedreros. Preguntó al primero: ‘¿Qué haces?’ ‘Ya ves, cortando estas piedras’. El segundo dice: ‘Preparo una piedra angular’. El tercero dice simplemente, sin verse afectado: ‘Estoy construyendo una catedral’. Hoy en día, y no solo en América Latina sino a nivel mundial necesitamos estadistas que quieran construir una catedral.