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¿Racismo, discriminación… o actitudes?

Por David J. Hall
Los7Días.com

Hace más de 30 años me mudé al área donde vivo, en el Norte de Virginia, cerca de Washington, DC. Venía de Miami, a la sazón un enclave super mayoritariamente cubano, aunque ya otros grupos de centro y suramérica comenzaban a hacer sentir su creciente presencia.

Aunque nunca me había preocupado mucho el tema del racismo y la discriminación racial, admito que sentía un poco de aprensión.

Pa’ Virginia? Tú ‘tás loco? Loj blanco americano son uno racista!” Fueron algunas de las reacciones de no pocos amigos, cubanos y americanos por igual, cuando les anuncié mi decisión. “Si te vas a mudar pal Norte, por lo menos múdate pa’ Maryland; dicen que’s mejor.”

Mentiría si dijera que similares ideas no me pasaron por la mente; a fin de cuentas, hacía sólo unos años que había llegado de Cuba, donde había estado sometido a 20 años de incesante propaganda acerca del racismo en Estados Unidos, además de mis limitados conocimientos de historia americana, la esclavitud, la Guerra de Secesión, el rol de Virginia en la guerra, el racismo institucional …en fin. Pero me quedé en Virginia; había algo que me atraía, y decidí arriesgarme -y conmigo a mi familia. Fue una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.

Nuestro barrio
Cuando nos mudamos a esta área, en nuestro barrio, un reparto residencial de clase media promedio, la gran mayoría de nuestros vecinos eran anglos blancos; una familia hispana, que según nos dijeron eran cubanos -no recuerdo haberlos conocido- y ningún negro; nosotros fuimos los primeros por quiniela dupla: negros e hispanos.

La recepción de los vecinos no pudo ser más cordial y acogedora. Una señora, ya de cierta edad, nos trajo un pastel de frambuesas que, según nos dijo, horneó para darnos la bienvenida a la comunidad, “porque yo sé lo difícil que es mudarse de una casa a otra, así que venir de otro estado y otro país es un gran reto.”.

Virginia es “home”, al punto que cuando me preguntan de donde soy, la respuesta inmediata, antes de las explicaciones posteriores de rigor, es “de Virginia”.

Con los años, mi vecindario, y en realidad toda el área del Norte de Virginia, ha cambiado sustancialmente, de hecho, podría decir que radicalmente. Sigue siendo mayoritariamente blanco, aún no hay negros, pero se ha asentado una gran cantidad de hispanos y asiáticos, mayormente coreanos y vietnamitas.

Hace un tiempo, hablaba con un hispano en la tienda de víveres y me preguntaba “¿qué tiempo lleva viviendo aquí?” Cuando le dije que más de 30 años, se sorprendió. “¡¿Tanto?!  ¿Y cómo lo tratan los vecinos? ¿No lo discriminan? ¡Ha tenido suerte, pues, porque los americanos son unos racistas!”. No le di pie a más conversación porque sabía que quizá iba a herir su susceptibilidad.

Mi experiencia
¿Suerte? Quizá, pero no creo. En mi experiencia -y comprendo que todos tenemos experiencias diferentes- la suerte ha tenido muy poco que ver. No sé si alguno de mis vecinos es racista, pero nunca me lo ha demostrado y nunca me he sentido discriminado por razón de mi color o raza. Y hay una razón poderosa para ello: contrario a la mayoría del resto de los países del mundo, en Estados Unidos el racismo y la discriminación están prohibidos por ley. Eso no significa que no exista racismo y discriminación por parte de algunos, quizá incluso mucha gente; significa que la ley no sólo no lo condona sino lo castiga como una violación a los derechos civiles del individuo.

A mí no me gusta vivir entre hispanos (asiáticos, árabes, afroamericanos)”. Es una frase que he escuchado muchas veces y que he utilizado también (mea culpa). Prima fascia, puede parecer una expresión racista o discriminatoria o ambas, aunque racismo y discriminación, aunque se parezcan, son dos fenómenos diferentes. Pero, ¿es racismo, discriminación, o una cuestión de preferencia basada en actitudes?

Hace unos años, al llegar del trabajo a mi casa, me encontré a un grupo de jóvenes hispanos reunidos en la acera, al lado de mi buzón, aunque más cerca de la propiedad de mis vecinos. Estaban casi todos sin camisa, hablando bastante alto y ostensiblemente bebiendo cerveza. Aplatanado como estoy al estilo de vida “americano”, me chocó lo que vi. Pero, me dije, son jóvenes, no están haciendo en realidad nada malo, así que les reconvine con prudencia y traté incluso de sonar agradable.

Muchachos, soy hispano como ustedes. En nuestros países, reunirnos un grupo en una esquina cualquiera a conversar y tomarnos unas cervezas es una forma popular e inocente de pasar el rato; yo mismo lo hice en ocasiones (no es cierto, pero quise mostrar empatía). Pero aquí en Estados Unidos no se hace, no es bien visto y es hasta un delito menor; Merodear –horrible traducción de “loitering”- estar sin camisa en público, beber en público, y hasta hablar en voz alta, pueden ser un delito, y mis vecinos, americanos, que no conocen nuestra cultura, les puede llamar a la policía”. Me miraron sin ninguna simpatía y se fueron refunfuñando por lo bajo.

Problemas reales
Unos días después, me encontré el mismo grupo, en el mismo lugar, haciendo lo mismo. Esta vez me “cabrié” y les dije que si los volvía a ver allí, casi en mi propiedad, en la misa actitud, sería yo quien les iba a llamar a la policía. En esta ocasión las miradas fueron casi amenazadoras, los refunfuños fueron más altos y directos y me acusaron de ser … un hispano racista, que en sus mentes, claro, es aún peor que un americano racista.

Estos chicos no representan a todos los (jóvenes) hispanos, pero su desdén por la máxima de “al país que fueres haz lo que vieres” sirve de justificación al estereotipo que provoca el “no me gusta vivir entre… (escoge el grupo.)”

El racismo y la discriminación son problemas reales que, aunque con el avance social y los remedios legales han disminuido dramáticamente, aún subsisten, y políticos sin escrúpulos explotan para sus fines.

Soy el primero en denunciar estas manifestaciones que denigran la condición humana, y es preciso que todos contribuyamos a su erradicación. Pero, para tener éxito, es igualmente imprescindible distinguir entre racismo, discriminación… y una reacción lógica ante actitudes que rompen las normas aceptadas de comportamiento y convivencia.

 

Las opiniones y el contenido expresados en este artículo son exclusivamente las de su autor y no reflejan la posición editorial de Los7Días.com.

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