Por César Chelala
Los7Días.com
La tragedia del 11 de septiembre del 2001 y la pandemia del coronavirus tienen una característica en común: ambos provocaron un cambio sísmico en el mundo. Y ese cambio, en general, es para peor. La presente pandemia tiene, y tendrá, efectos negativos sobre cómo las personas trabajan, viven y utilizan su tiempo libre. Esta enorme crisis de la salud pública afectará a todos y a cada uno de los 7.8 mil millones de habitantes del planeta
Como consecuencia del atentado a las Torres Gemelas de Nueva York, el mundo se convirtió en un gigantesco aparato de seguridad y control que cercenó, en gran medida, las libertades individuales. Aunque eso ha sido necesario para garantizar la vida de los ciudadanos, permitió al mismo tiempo una intromisión de los controles de los gobiernos sobre las personas, particularmente en los Estados Unidos.
Sin embargo, aun cuando el atentado contra las torres tuvo grandes efectos sobre los derechos de los ciudadanos, éstos palidecen frente a las consecuencias de la presente pandemia, que no solo afecta la sobrevida de millones de personas, sino que tiene efectos económicos y sociales de gran magnitud. Y aunque algunos analistas piensan que estos efectos pueden ser de corta duración, lo más probable es que afecten por mucho tiempo a la población mundial.
Efectos económicos
Como suele ocurrir en tiempos de crisis, los más afectados son generalmente los de menos recursos económicos. Millones de empleados a nivel mundial se han quedado sin trabajo dada la paralización generalizada de todo tipo de actividades, excepto las imprescindibles. Como resultado, aquellos trabajadores que dependen exclusivamente de su sueldo y carecen de ahorros se ven imposibilitados de atender sus necesidades y las de sus familias.
Aunque algunos gobiernos han prometido ayuda económica a los más necesitados –como es el caso de los Estados Unidos– esa ayuda es insuficiente o tarda en llegar, restándole efectividad. En los Estados Unidos, se calcula que el 40 por ciento de los trabajadores depende enteramente de sus salarios quincenales o mensuales. Y si eso ocurre en el país más poderoso del mundo, es fácil imaginar lo que ocurre en los países en desarrollo.
Curiosamente, aunque miles de negocios tienen que suspender sus actividades, grandes empresas que venden sus productos a través del internet han aumentado en forma considerable su fuerza laboral. Tal es el caso de Amazon, en los Estados Unidos, que agregó 100,000 nuevos puestos de trabajo a los ya existentes. Sin embargo, se calcula que la pandemia reducirá considerablemente la capacidad productiva de la economía a nivel global, y sus efectos serán mayores que los de la Gran Recesión del 2008-2009.
Efectos sociales de la pandemia
La pandemia del coronavirus llevó a grandes cambios en el comportamiento de las personas. Aunque la mayoría actúa con un gran sentido de responsabilidad, limitando al máximo las ocasiones de contacto personal, grupos irresponsables ponen en riesgo a los más susceptibles de contraer la infección como son las personas mayores de 60 años o los que tienen enfermedades serias preexistentes.
Esta pone de relevancia, además, la enorme generosidad del personal de salud, desde el más humilde al más capacitado, para ofrecer sus servicios a riesgo de sus vidas. Cabe que los líderes gubernamentales asuman la responsabilidad de servir de ejemplo con su comportamiento, e imponer medidas draconianas para evitar la extensión de la pandemia. Hay que evitar que la conducta de unos pocos que no cumplen las directivas de aislamiento arriesgue la vida de los demás.
Efecto sobre la balanza de poder a nivel mundial
La opinión pública es que ni el presidente Donald Trump ni los líderes de algunos países europeos como Italia y España respondieron en forma adecuada al desafío de esta crisis mundial. Si la Unión Europea no puede proteger adecuadamente a los 500 millones de personas que la integran, no deberá sorprender si algunos países deciden abandonar Bruselas y retomar el control de sus asuntos a nivel nacional.
En cambio, la actitud temprana y certera de los líderes de varios países asiáticos como China, Corea del Sur y Singapur es ampliamente alabada en estos momentos. Es importante recalcarlo, particularmente cuando se teme una segunda ola de infecciones en algunos países del sudeste asiático. En el 2009, la Dra. Margaret Chan, Directora General de la Organización Mundial de la Salud, había declarado al respecto: “Todos los países deberían activar inmediatamente sus planes de preparación para pandemias. Los países deben permanecer en alerta máxima por brotes inusuales de enfermedades similares a la influenza y neumonía grave”.
Mientras tanto, la insatisfacción del púbico norteamericano con la tardanza de la administración del presidente Donald Trump de tomar las medidas necesarias para combatir la pandemia continúa creciendo. Tom Nichols, un profesor del Colegio de Guerra Naval de los EE.UU. declaró recientemente: “El fracaso colosal de la administración Trump para mantener a los estadounidenses saludables y para frenar la implosión de la economía impulsada por una pandemia podría sorprender al público lo suficiente para insistir en alguna medida del gobierno que no sea sólo la satisfacción emocional”. La implicación es que esta crisis puede provocar una reacción pública que exija grandes cambios políticos y sociales.
Perspectivas
Nada menos que Bill Gates había ya advertido en 2015 la posibilidad de una pandemia como la que el mundo está sufriendo actualmente. Y sus consejos para evitarla fueron los siguientes, que aún tienen validez: Desarrollar un sistema de salud de excelencia; crear un cuerpo de emergencia médica; unir fuerzas entre los recursos médicos y los militares; hacer ejercicios de simulación con gérmenes y, finalmente, aumentar los fondos para investigación y desarrollo particularmente para vacunas y pruebas diagnósticas. Por entonces, Gates ya advertía que si la adopción de estas medidas no se iniciaba inmediatamente, sería imposible detener la próxima pandemia. Sus palabras fueron proféticas.