Por Andrés Hernández Alende
Los7Días.com
Un huracán de histeria colectiva tocó tierra esta semana en Miami y arrasó con todo: supermercados, ferreterías, gasolineras.
Ante la amenaza del huracán Dorian, un monstruoso meteoro que cruzaba el Atlántico rumbo a la Florida, los miamenses irrumpieron en los comercios, billetera en mano. El jueves por la noche, muchas estaciones ya no tenían gasolina, y en los supermercados daba la impresión de que un ciclón había pasado.
Hay que prepararse, comprar agua y alimentos para siete días, llenar el tanque de gasolina de sus vehículos, poner los paneles contra huracanes en las ventanas, era el mensaje que repetían las autoridades en sus alocuciones en los medios, y también los infatigables reporteros de la televisión. Un mensaje que podría resumirse en la frase: ¡Sálvese quien pueda!
Me pregunto, al recordar que Miami-Dade es una de las áreas urbanas más pobres del país, qué pasa con la gente que no puede comprar provisiones para muchos días, o que viven en precarias casas móviles, o en apartamentos ruinosos, descuidados por sus propietarios. Cierto: pueden evacuar a los refugios que las autoridades disponen. Pero después que pase el huracán, ¿qué?
El pánico
Presas del pánico ante la amenaza de Dorian, las hordas despavoridas invadieron las estaciones de gasolina. Muchos llevaban varios bidones para guardar gasolina en sus casas, con el consiguiente peligro de causar un incendio doméstico. Como ocurrió hace años en la casa al fondo de la mía, donde un fuego estalló brusca e inesperadamente en un tanque de gasolina que los vecinos pirómanos (por suerte hace tiempo se mudaron) tenían en el patio.
Las largas filas para entrar en las gasolineras obstaculizaban el tránsito y recordaban las colas que se produjeron cuando la crisis del petróleo de los años 70. Una crisis que inspiró la serie de películas de Mad Max, en la que la gente en un futuro distópico combate por la gasolina. En Miami, los guerreros de la carretera no estaban dispuestos a quedarse sin el combustible que mueve nuestras vidas. Curiosamente, en una irónica paradoja, el petróleo es uno de los contaminantes que provocan el calentamiento global, que a su vez genera huracanes más frecuentes y más intensos.
Entretanto, a pesar de que el alcalde del condado de Miami-Dade, Carlos Giménez, repitió innumerables veces en la televisión que el agua corriente de la región es perfectamente potable, y que para abastecerse del líquido bastaba con llenar recipientes de agua de la pila en la casa, las huestes arrasaron con los paquetes de agua embotellada en los supermercados. Un recorrido por los establecimientos el viernes permitió comprobar que en los anaqueles no quedaba ni una botellita de agua. Ni una botellita de plástico, el material que contamina nuestros océanos, donde ya hay islas flotantes de desechos plásticos del tamaño de naciones como Francia.
Giro al norte
El sábado por la mañana, el Centro Nacional de Huracanes determinó que Dorian giraría al norte antes de lo esperado, y que posiblemente no tocaría tierra en la Florida. Miami-Dade y los Cayos quedaban fuera del cono que indica la posible trayectoria del huracán. En el parte de las 5 p.m., el giro hacia el norte se produciría todavía más al este, y ya incluso el condado de Broward estaba fuera del cono de la trayectoria.
Hay que esperar, porque con los fenómenos meteorológicos nunca se sabe, pero parece que en Miami nos libramos de la furia de Dorian. En unos días todo volverá a la normalidad. Seguiremos contaminando el medio ambiente con los escapes de nuestros automóviles, y seguiremos hidratándonos con el agua de botellitas plásticas, muchas de las cuales irán a parar al océano. La vida seguirá como siempre hasta que una nueva tormenta aparezca en el Atlántico y se repita, como cada año, el ritual de invadir mercados y gasolineras para estar preparados.