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De “las bases” de Alberdi a las de Trump

Por José Manuel Pallí
Los7Días.com

Cuando salí de Cuba, es decir, el mismo día que supe que nos íbamos de Cuba, el 20 de mayo de 1960, fue que me enteré también de que nos íbamos a la Argentina.

Mi tío, el Dr. Antonio “Bobby” Maceo –además de regalarme lo que por entonces llamábamos una pluma fuente que, ya en el avión, tiñó de “azul falange” mi camisa blanca–, trató de programarme para el cambio que se me venia encima. Me habló de los dos personajes argentinos que él más admiraba, Domingo Faustino Sarmiento –que, según supe después, tenía muchos “fans” en la Cuba de entonces– y Juan Bautista Alberdi, el autor de “Bases para la organización política de la Confederación Argentina”, librito que se convirtió en una suerte de boceto para lo que fue la Constitución Argentina de 1853.

Tanto Alberdi como Sarmiento estuvieron exiliados en Chile durante largo tiempo, en la época en que la Argentina estaba dominada desde Buenos Aires por Juan Manuel de Rosas. Tras la derrota de Rosas a manos del entrerriano Justo José de Urquiza en la batalla de Caseros, tanto Sarmiento como Alberdi se integraron como asesores del triunfador, Sarmiento como militar y Alberdi como ideólogo.

Pero Sarmiento, quien llegó a la presidencia de la nación en 1868, también era un ideólogo (y un gran literato). A su muerte, en 1888, el presidente Carlos Pellegrini lo describió cono el cerebro más poderoso que haya producido la América (Sarmiento, un gran admirador de Benjamín Franklin, nunca hubiera aceptado ese honor…).

Alberdi y Sarmiento
Lo cierto es que no es aventurado decir que entre ambos, Alberdi y Sarmiento, sentaron las bases para el desarrollo cultural, económico y, eventualmente, político (aunque para ellos la política era algo secundario, pues conocían a cabalidad las limitaciones de su pueblo) no solo de la Argentina, sino de todo el sur del continente americano.

Si hay un lema que encarna el pensamiento y las prioridades de ambos hombres, ese lema, en mi humilde opinión, es “gobernar es poblar”. Y para poblar era necesario abrir las fronteras de la nación argentina a la inmigración europea a través de la nueva Constitución, que debía ser “una constitución absorbente, atractiva, dotada de tal fuerza de asimilación, que haga suyo cuanto elemento extraño se acerque al país…”, en palabras de Alberdi.

La Argentina de mediados del siglo XIX era, según Alberdi, “un desierto”, no solo por sus vastas extensiones escasamente habitadas sino también en el sentido cultural y en cuanto a la inmadurez política de sus muy pocos habitantes, no aptos para sostener los pilares de un sistema republicano de gobierno como el que instituyó la Constitución de 1853. Según Sarmiento, era extremadamente difícil civilizar a los pueblos de América sin antes eliminar la ignorancia y la barbarie.

Tanto Alberdi como Sarmiento admiraban la cultura anglosajona, y Alberdi favorecía la inmigración de ese origen, llegando a decir que los sudamericanos debían convertirse en “yankees hispanoamericanos”.

Pensadores argentinos
Con frecuencia me pregunto que pensarían hoy estos dos grandes pensadores argentinos nacidos hace más de dos siglos (Alberdi en Tucumán y Sarmiento en la provincia de San Juan) de la cultura anglosajona en nuestros tiempos; y en todos sus aspectos, tanto el de la educación como el de la civilización y la aptitud para ser buenos ciudadanos de una república.

Las “bases” que cuentan hoy en día no son una serie de prescripciones que tienen como norte el progreso y el bienestar de todo un pueblo enriquecido por la diversidad que genera una política migratoria abierta de par en par.

Cualquiera de nuestros “expertos  politólogos” (los “pensadores” de hoy) entiende por bases a los partidarios de un Trump en los Estados Unidos (o del Brexit, en el caso de la igualmente decadente  Gran Bretaña), esa misma población inculta e ignorante que tanto Sarmiento como Alberdi procuraron civilizar. Y es que se puede, perfectamente, ser anglosajón y optar por la barbarie; ambas cosas distan mucho de ser incompatibles.

Con el agravante de que la actividad política es hoy infinitamente más corrupta e inmoral que en la época de Sarmiento y Alberdi, y los políticos solo se preocupan por complacer a sus bases (incluidos entre esas bases los intereses económicos que financian sus campañas).

Pero la situación es más grave aún: esos mismos políticos aterrados por sus bases fomentan todo tipo de fobias en ellas, recurriendo al mismo miedo que sienten ellos para buscar respaldo para sus “ideas” disparatadas.

Gobernar es asustar
Para gente como Trump y quienes lo rodean, gobernar es asustar. La ineptitud de ese tipo de gente que hoy representa a esa raza anglosajona que tanto admiró Alberdi, si de sostener los pilares de un gobierno republicano se trata, es similar a la de las montoneras que describió Sarmiento en su obra “Civilización y Barbarie”. No pueden disimular su patética ignorancia con su pelo rubio y sus ojos azules, como no puede disimular la suya nuestro “tremendo presidente” con su peluquín color escabeche.

He sido anglófilo (y conservador) durante toda mi vida, en parte gracias a lecturas como Alberdi y Sarmiento. Y es justo reconocer que el problema que representa el temor a las bases miedosas, ignorantes e incultas no es exclusivo del sistema político de los Estados Unidos.

Hace pocos días las autoridades cubanas intentaron privar a un compatriota a quien admiro del derecho a estar presente en el funeral del cardenal Ortega Alamino. Cuando nuestro “tremendo presidente” dice y/o hace su barbaridad de cada día (para él es casi una necesidad fisiológica), cualquiera de nuestros millares de expertos politólogos mayameros nos diría que lo hace para complacer a su base. Cabe suponer que la misma explicación se aplica a las barbaridades que cometen las autoridades cubanas, como en el caso del funeral del cardenal. ¿Pero cuál es la base a la que que pretenden complacer las autoridades cubanas? ¿El ala dura del gobierno cubano, como dirían unos cuantos de esos que se autoproclaman “expertos” entre nosotros? ¿La que integran los cubanos de Mayami que durante años detestaron y denostaron al cardenal Ortega y denostarían a quienes, como mi compatriota restringido, quieran asistir a su funeral? ¿A qué –o a quiénes– le tienen miedo las autoridades cubanas cuando le prohíben a alguien asistir a un funeral?

Pero así como es justo reconocer que el miedo a lo que hoy llamamos bases no es un fenómeno que ocurre exclusivamente en los Estados Unidos, no se entiende cómo alguien pueda estar orgulloso de un sistema político como el nuestro, cada vez más lejos de la democracia y más cerca del elitismo plutocrático, anti-científico y anti-intelectual.

La barrabasada de considerar a la raza anglosajona moral e intelectualmente superior a otras –mis disculpas, Alberdi y Sarmiento– no resiste la evidencia de los ejemplos que nos dan cada día Trump, Lindsey Graham, y tantos otros de sus atribulados secuaces, condenados a desmentir hoy o mañana mucho de lo que dijeron ayer o anteayer.

Trump no ha drenado el pantano; instaló su propio tanque séptico en la Casa Blanca… y el hedor es cada vez más penetrante…

Las opiniones y el contenido expresados en este artículo son exclusivamente las de su autor y no reflejan la posición editorial de Los7Días.com.

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