Por David J. Hall
Los7Días.com
… y los que lo apoyan también son racistas”
Esta afirmación grotesca no es nada nuevo; los demócratas y otros antiTrumpistas la vienen repitiendo con variada intensidad desde antes del 8 de noviembre de 2016, pero recientes acontecimientos parecen indicar que será una las columnas -quizá la principal- en las que descansará la campaña electoral demócrata para los comicios de 2020.
La más reciente andanada de “Trump es un racista” se produjo, casualmente, a raíz de la fallida audiencia en el Congreso del abogado especial Robert Mueller. Como es sabido, el show terminó en un desastre de proporciones épicas para las fuerzas que aún persisten en someter al presidente a un proceso de impugnación o juicio político relacionado con las desacreditadas acusaciones de connivencia con “los rusos” y obstrucción a las investigaciones correspondientes. Parece que el impeachment no va a funcionar; hay que poner en práctica otra estrategia.
Elijah Cummings, representante demócrata por el 7mo. Distrito electoral de Maryland desde 1996, es presidente de la Comisión de Supervisión y Reforma Gubernamentales de la Cámara de Representantes, acérrimo crítico del presidente Trump, uno de los principales promotores del impeachment, y… afroamericano.
Frecuentes ataques
En uno de sus frecuentes ataques contra las políticas del presidente Trump, Cummings recientemente la emprendió acremente contra funcionarios del Departamento de Seguridad Interna (Homeland Security), calificó de inhumana la política de separar a menores de sus padres o guardianes en la frontera cuando llegan como inmigrantes ilegales (iniciada bajo la presidencia de Barack Obama), y afirmó que las condiciones en las que se mantiene a esos menores son peligrosas, lo cual ha sido refutado vehemente por la administración.
El presidente Trump, que se ha visto también calificado de racista por comentarios acerca del llamado “squad”, las congresistas demócratas Ohmar, Tlaib, Cortez y Pressley, todas mujeres de color, respondió por Twitter en su forma característica:
“…El distrito de Cummings es un desastre asqueroso infestado de ratas y roedores. Si (Cummings) pasara más tiempo en Baltimore, quizá podría ayudar a limpiar ese lugar tan sucio y peligroso.”
La verdad es que muchas partes de Baltimore son, en efecto, lugares asquerosos infestados de ratas, una realidad tan dramática que mereció un documental, Rat Film, transmitido por PBS el 26 de febrero de 2018. De hecho, a la ex alcaldesa de Baltimore, la demócrata Catherine Pugh, se la escuchó decir en un segmento televisivo en septiembre de 2018 mientras visitaba un vecindario de la ciudad -no sabía que las cámaras estaban rodando, claro:
“Qué demonios?! Toda esta mier**…(sic) deberíamos derruirla… Uf, qué peste… ¡Por Dios, se puede oler los animales muertos!”
Y, para no quedarse atrás, Bernie Sanders -que ahora califica de racistas las declaraciones de Trump-, dijo refiriéndose a uno de los vecindarios de Baltimore que visitó durante su fracasada postulación en 2015, que parecía un país del Tercer Mundo. Pero la comparación de Sanders en realidad no le hizo justicia al Tercer Mundo, porque Baltimore, además de un serio problema con las ratas, tiene uno de los índices de criminalidad más altos de los Estados Unidos y superior al de, por ejemplo, Centroamérica.
Reacción demócrata
Pero, claro, esta vez, las ratas y la condiciones tercermundistas las mencionó Donald Trump en una respuesta a un demócrata de color. Así que la reacción de los demócratas en general, medios de prensa afines políticamente y antitrumpistas de todos los colores políticos -los sospechosos de costumbre- ha sido estridente y unánime: “Trump es un racista… y sus simpatizantes también,” una declaración a la que se han sumado con entusiasmo todos los precandidatos demócratas a la presidencia.
Las acusaciones de racismo -o de cruel, inhumano, inmoral, criminal, supremacista y otros epítetos de similar naturaleza- tienen por objetivo impugnar el carácter moral y ético de una persona o institución, y poner fin a cualquier discusión política cuando faltan los argumentos. Son acusaciones que no apelan a la razón sino a las emociones y al “ego moral”, por eso los demócratas, a todos los niveles, los utilizan profusamente para atacar no sólo al presidente Trump sino a sus simpatizantes.
Un racista es, por definición, supremacista, inhumano, inmoral, en fin, una mala persona; una mala persona no merece respeto, no tiene derecho a exponer y defender sus ideas. Esa absurda, auto proclamada superioridad moral ha creado en la mente de los antitrumpistas la convicción casi religiosa de que al mal (Trump y sus simpatizantes) hay que destruirlo, y en la lucha contra el mal, todas las armas son válidas. Así, los demócratas están delineando las próximas elecciones no como una competencia de ideas entre dos filosofías políticas, sino como una batalla entre el bien (D) y el mal (R).
Sonriendo a Trump
Lo interesante de todo este escenario es que muchos de los que hoy acusan al presidente Trump de racista, buscaban a toda costa acercarse a círculo del multimillonario… antes de que se proclamara candidato a la presidencia en 2015. Gracias a la omnipresencia de los medios sociales, es muy fácil encontrar fotos de prominentes figuras políticas demócratas, desde Hillary y Bill Clinton hasta Jesse Jackson y Al Sharpton, muy sonrientes socializando con Donald Trump.
Para los demócratas y antitrumpistas es irrelevante no poder señalar una acción concreta del presidente Trump que pueda atribuirse a racismo, porque, en su mente, todo lo que hace o dice el presidente Trump… es racista.
La campaña electoral para 2020 marcha ya a toda máquina. En el campo demócrata, ninguno de los precandidatos que se disputan la nominación -he perdido la cuenta- ha presentado todavía un programa o plataforma de gobierno coherente que apele a los votantes en general. Quizá es comprensible, ya que en esta etapa inicial de eliminación el objetivo es lograr el apoyo de la base, es decir, el ala más radical, para obtener la nominación. Las propuestas de todos, sin embargo, contienen tres elementos comunes: no fronteras y amnistía para los inmigrantes ilegales, Medicare para todos y, de forma prominente, Trump es un racista. Por ahí vienen los truenos. Si va o no a dar resultado, es harina de otro costal.