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Jóvenes inmigrantes: ¿cuál es la mejor opción educativa?

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El certificado de GED puede ser una alternativa válida para muchas personas; concebirlo para adolescentes inmigrantes es la refutación del carácter igualitario e inclusivo de la educación en este país.

Por Emilio J. Sánchez
Los7Días.com

La inadecuación de un programa que garantiza un diploma de enseñanza media superior a adolescentes inmigrantes no significa que no pueda funcionar muy bien para otros fines.

De hecho, casi la tercera parte de los graduados de ese nivel de enseñanza de Estados Unidos provienen del programa GED, surgido en 1946 para beneficio de los veteranos de la II Guerra Mundial. La tasa de graduación actual, no obstante, es baja, comparada con la del High School, lo cual es entendible. El hecho de que el 33 por ciento de los graduados continúen estudios superiores habla de la significación y utilidad del programa. Con todo, la cifra es general y no avala que este sea el mismo caso de los graduados del GED en español, cuya falta de dominio del inglés se levanta como un serio valladar.

Otra situación ocurría en el pasado. Durante los años 80, con la avalancha de cubanos en el llamado Éxodo del Mariel, muchos tuvieron que matricular cursos de GED como condición para proseguir otros estudios en escuelas técnicas.

“Tenía 20 años y me hablaron de un curso de Chef de Cocina, pero exigían un diploma de High School. Así que tuve que matricular el GED”, cuenta Raúl Losada, de 67 años. “Las asignaturas eran en inglés y aquello era bien fuerte; vaya: ¡había que estudiar!”, comenta Losada, quien se convirtió en chef y trabajó en varios restaurantes de California y Florida. Hoy ya está jubilado y recuerda con orgullo el pasado. “Mis primeros pasos en el idioma fueron así; después vino la práctica y pude mejorarlo”, concluye.

Sin inglés no hay sueño americano

En este testimonio resalta un elemento clave. En el GED tradicional es imprescindible leer, escribir y expresarse en inglés. Y para cualquier inmigrante eso significa un gran esfuerzo cuyo más preciado tesoro no sería tanto el certificado de equivalencia de High School, sino poder manejar el instrumento de comunicación del país que lo ha acogido.

Y, ya se sabe: sin inglés no hay sueño americano.

El certificado de equivalencia de High School es aceptado, en general, por empresas privadas, instituciones gubernamentales estatales y federales, colleges y universidades, lo cual es magnífico.

Con todo, no es lo mismo obtener un diploma después de recibir una formación integral de cuatro años (en inglés), que como resultado de aprobar un examen de 7.5 horas (no es necesario estar matriculado en un curso de GED para someterse al examen). Los que desean proseguir estudios tal vez no tendrían aquí la mejor ruta; en cambio, para adultos que no disponen de tanto tiempo y afrontan nuevas responsabilidades, resultaría ideal.

Estudiar y graduarse en una carrera se torna imposible sin dominio del inglés y lo mismo pudiera decirse de obtener un puesto de trabajo donde sea imprescindible hablar y comprender ese idioma.

Un joven, egresado del programa de GED en español —incluso si su experiencia fuera altamente satisfactoria— puede encontrarse frente a la paradoja de que, si no es competente en ese idioma, solo podrá aspirar a trabajos para los cuales no siempre sería necesario ese certificado. Porque, junto con la destreza, para llegar a ser un buen mecánico automotriz o una eficiente secretaria es más importante desenvolverse en el idioma del país que exhibir un papel.

Ventajas y desventajas del GED
Por otra parte, varias investigaciones que son del dominio público han demostrado que los estudiantes que abandonan la escuela y obtienen un certificado de GED no se desempeñan tan bien en el mercado laboral como aquellos que permanecen en High School. Además, no todas las empresas aceptan como válido el diploma de GED.

En promedio, los graduados de la escuela regular tienen tasas más altas de empleo y mayores ingresos que los graduados en programas de GED. Otro dato: es mucho más probable que los primeros continúen estudios superiores.

Delineadas estas diferencias, conviene insistir en que el programa sigue siendo beneficioso y resulta una alternativa válida para personas adultas, en primer lugar, los nacidos en Estados Unidos o con cierto dominio del inglés que, por una razón u otra, abandonaron la escuela, lo cual se manifiesta mucho entre familias desfavorecidas.

Ya como adultos, muchos de estos jóvenes han madurado lo suficiente como para comprender que sin instrucción es imposible progresar y obtener un salario decoroso. Sin duda, es preferible un certificado de GED que carecer de certificado.

El programa en su variante en español también es una opción totalmente legítima para algunos. Es el caso de aquellos que por situación familiar o personal no pueden seguir la instrucción regular; otros que prefieren empezar a trabajar lo antes posible, o los que, sencillamente, no tienen aptitud, actitud o vocación para la intensa carga de compromisos del High School, lo que incluye clases, tareas, proyectos y exámenes. Esos muy bien podrían argüir que no todos tienen que ser ingenieros, médicos, abogados o filólogos.

En el caso de los inmigrantes indocumentados se agrega un inconveniente adicional: uno de los requisitos para rendir el examen es presentar una identificación oficial; si no la poseen —o temen presentarla—, no podrían hacer las pruebas (ver Requisitos de elegibilidad para el examen de GED). Curiosamente, a un indocumentado de un High School no le exigirán nada parecido.

Aun reconociendo la utilidad y el beneficio del programa de GED, no tiene sentido incentivarlo entre los estudiantes como “la vía más corta, rápida y fácil” para un certificado de enseñanza media. Y, claro, sería absurdo y contraproducente presentarlo como la fórmula perfecta para jóvenes inmigrantes. La falta de dominio del inglés no puede condenarlos ni cerrarles la oportunidad de beneficiarse de la mejor propuesta educativa. Y esa se encuentra en el High School.

Para cualquier graduado de programas de GED conseguir un título de Asociado en Artes, Ciencias o Estudios Generales se torna difícil debido a las insuficiencias de la formación académica (ahora mismo, el GED evoluciona, refuerza el contenido y busca mayor rigor), además del pobre dominio del inglés (muchos deben empezar por matricular ese idioma en el college).

Una solución complicada
Entonces, si promover entre adolescentes programas concebidos para adultos no es lo más recomendable, ¿cuál sería la solución?

El problema es complicado. Pese a que la ley federal The Every Student Succeeds Act (ESSA, por sus siglas en inglés) establece que los estados deben hacer todo lo posible para aplicar las pruebas estatales en el idioma natal de los estudiantes, ello no se aplica en algunos, incluido la Florida. Así pues, mientras estas sean en inglés quedarán descartados de seguir la ruta “normal” miles de jóvenes, muchos de ellos talentosos y con una historia académica brillante.

Esta violación de ESSA afecta a otros que arriban con menos de 15 años y matriculan el Middle School. Allí tienen que cumplir con los requisitos para ese nivel de enseñanza, lo que supone demostrar un dominio esencial del contenido en las evaluaciones estatales, que son también en inglés.

Las investigaciones respaldan la conclusión de que a un estudiante que empieza a estudiar inglés le toma entre cuatro y siete años alcanzar el nivel de suficiencia necesario. Puede que el estudiante esté muy capacitado en matemáticas, ciencias y estudios sociales, pero si la prueba es en inglés obtendrá una calificación deficiente: como se aprecia, la senda de la deserción escolar comienza aquí.

De este modo, como no existe un límite de edad para tener derecho a la educación pública, cada distrito escolar decide lo que le parece mejor. Generalmente, se otorga hasta los 18 años, pero no hay ninguna ley que avale dicha práctica. A resultas de ello, funcionarios y directores de escuelas coligen que un inmigrante que arriba a Estados Unidos con 16 años, probablemente no podrá cumplir con los requisitos que le permitan graduarse en un período tan corto.

De acuerdo con el sistema vigente, las escuelas se sienten presionadas para obtener buenas calificaciones; los jóvenes inmigrantes, sin dominio del inglés, se tornan un foco perturbador, pues ponen en riesgo una buena evaluación, de la que dependen recursos e incentivos, entre ellos el bono de los maestros.

Lo anterior es lo que sirvió de fundamento para una pésima decisión: la de negar a adolescentes inmigrantes la matrícula o permanencia en High School y encarrillarlos hacia un programa de adultos que, en general, no se corresponde con sus mejores intereses; y hacerlo, además, abusando de la inmadurez de los estudiantes, la desinformación de los padres y su confianza absoluta en las instituciones educativas. Varios reportajes de The Miami Herald/El Nuevo Herald en mayo del 2018 denunciaron esas malas prácticas.

Por esa razón, el primer paso en la búsqueda de una solución sería lograr que el estado de la Florida aplicara consecuentemente la ley federal ESSA y que esos jóvenes pudieran hacer las pruebas estatales en su idioma natal. De esta manera, las escuelas no tendrían necesidad de apartarlos porque no habría perjuicio potencial en tenerlos en su matrícula. Los estudiantes, a su vez, no se sentirían excluidos, pues tendrían las mismas oportunidades que los demás.

Garantizar la igualdad de oportunidades

Insisto: lo que debe garantizarse es la oportunidad; luego el esfuerzo y el talento personales darían su veredicto. El segundo paso sería, precisamente, contribuir a mejorar las posibilidades para que eso fructifique. Y aquí es imprescindible un conjunto de medidas como, por ejemplo, clases intensivas de inglés, ayuda con tareas, técnicas para mejorar las habilidades de estudio, propedéutica (algunos vienen de sus países con deficiencias en su formación académica), tutorías y una esmerada atención individual a cargo de consejeros y psicólogos.

Un tercer paso podría ser que el estado de la Florida estableciera, por ley, la posibilidad de extender el derecho a asistir a la escuela regular hasta los 22 años. A ello podría añadirse una variante que va tomando carta de ciudadanía en el país: para aquellos que reprueban y no logren el diploma de High School, ampliar el tiempo de enseñanza con grados 13ro, 14to y hasta 15to como margen adicional de formación.

Asimismo, existen programas que reforzarían tanto el aprendizaje del inglés como del resto de las materias, entre ellos, el Early College High School. En este, además del diploma, el estudiante puede recibir créditos de college o un grado de Asociado. También puede contribuir a completar la instrucción del recién inmigrante el Programa de Enseñanza Dual, cada vez de mayor aceptación, en el que las asignaturas se imparten en los dos idiomas.

Para poner en práctica ese paquete complementario se necesitan, desde luego, fondos, y ya se sabe que las últimas legislaturas no han sido muy proclives a financiar la educación. Tanto, que un objetivo tan justificado y merecido, como es mejorar el salario de los maestros, tuvo que acudir —en el distrito escolar Miami-Dade— a la vía fácil de imponer impuestos a propietarios. Sin embargo, la deserción escolar y su secuela sucesiva de frustración, depresión, drogas y delincuencia es mucho más costosa en términos monetarios y humanos.

Pese a que existen numerosos e imponentes escollos, vale la pena sortearlos por una cuestión no solo ética (excluir es moralmente censurable) y legal (segregar es delito) sino también económica: el potencial de esos jóvenes estaría mejor aprovechado y rendiría mucho más, si se beneficiaran de la mejor opción educativa.

La tarea resulta ciclópea cuando se constata que, ante este tema, la Junta Escolar del distrito ha decidido mirar hacia otro lugar. Así que organizaciones civiles y de derechos humanos deberán de asumir el liderazgo de esta cruzada. Estoy pensando, ante todo, en la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos (LULAC), que ya ha trabajado exitosamente en causas educativas. También sería conveniente contar con el apoyo del Consejo Laboral para el Avance del Trabajador Latinoamericano (LCLAA), la Liga Hispanoamericana Contra la Discriminación (SALAD), la Asociación Nacional de Educadores Cubano-Americanos (NACAE) y el Sindicato de Maestros de Miami-Dade (UTD).

La senadora demócrata Anette Taddeo busca que el Senado de la Florida apruebe un proyecto de ley para cambiar radicalmente la situación de estos jóvenes. Taddeo no la tendrá fácil durante la sesión legislativa de enero de 2020, por lo que las organizaciones antes mencionados deberían respaldarla y alzar su voz oportunamente.

Como conclusión, y por si no ha quedado claro: los programas de GED, en cualquiera de sus variantes, no constituyen el problema, sino la práctica aberrante que cuestiona el carácter igualitario e inclusivo de la educación en una sociedad democrática.

Ojalá que esta serie de artículos promueva el debate sobre las vías para eliminarla lo antes posible.

 

 

Las opiniones y el contenido expresados en este artículo son exclusivamente las de su autor y no reflejan la posición editorial de Los7Días.com.

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