Por Manuel Ballagas
Los7Días.com
Vamos a ver si entiendo esto.
En noviembre de 2016, el pueblo de Puerto Rico acudió a las urnas para elegir a un gobernador. Entre seis candidatos -dos más de los que se presentan en una elección presidencial estadounidense- los votantes boricuas dieron el triunfo a Ricardo Roselló, del Partido Nuevo Progresista.
No fueron unos comicios muy reñidos. Roselló se impuso a su principal contrincante, David Bernier, del Partido Popular Democrático, por casi un 3% de votos. Más de 600,000 electores -el 41%- votaron por él, de un total de más de millón y medio de electores que emitieron sufragios.
Aunque hijo de un ex gobernador, Roselló no se inclinó por la política hasta cumplidos los 29 años. Lejos de despuntar como “político profesional”, en su juventud, después de graduarse del Instituto Tecnológico de Massachusets, Roselló asumió una carrera como neurobiólogo e investigador científico, con no pocas distinciones.
Pero desde 2008 Roselló se siente inclinado definitivamente por la política, notablemente en favor de candidatos del Partido Demócrata como Hillary Clinton y Barack Obama. Se convierte también en comentarista de asuntos públicos en la prensa radial e impresa. De manera que para 2015 ya anunciaba sus intenciones de postularse a la gobernación de la isla.
Fast forward entonces -como dirían los amantes del cine- al 24 julio de 2019, cuando acosado por una continua ola de protestas callejeras, con “cacerolazos” por todos los recovecos del Viejo San Juan, y la parálisis del país, el gobernador Ricardo Roselló anuncia públicamente su renuncia, después de tres años en el cargo.
¿Que pasó?
Por lo pronto, un par de huracanes nombrados Irma y Mary en 2017.
La devastación provocada por las tormentas y la deficiente gestión de los fondos de ayuda, dio origen a un descontento que cristalizó en repulsa al conocerse el arresto de ex altos funcionarios de Roselló acusados de manejos ilícitos, y sobre todo, al divulgarse una serie de mensajes electrónicos privados plagados de palabras soeces y comentarios burlones cruzados entre el gobernador, funcionarios suyos y conocidos cabilderos.
La caldera estalló, y pasó al olvido la realidad de un país con una deuda de $70,000 millones, más de un 14% de desempleo y el 45% de su población sumido en la pobreza. También se olvidó que bajo Roselló se elevó el salario mínimo -en algunos sectores hasta el anhelado $15 la hora- se dictó una ley de Pago Igual para ambos géneros, se reformó un sector de seguros incapaz de afrontar los desastres naturales, y se consolidaron diversas agencias del Gobierno, para hacerlo más eficiente.
¿Pero qué memoria de lo bueno y lo malo puede esperarse en un clima social guiado a golpe de bomba y plena, griterías, agresiones a la policía, vandalismo y demagogia de artistas y otras figuras públicas que ni siquiera viven en Puerto Rico?
Ricardo Roselló renunció, pero antes que dimitiera y antes que las calles de San Juan se volvieran el circo que todos vimos, con Ricky Martin a la cabeza, debió prevalecer el equilibrio cívico, indispensable para un estado de derecho. Y es que por mucha decepción que puedan causar los actos de un político, no debe olvidarse que fue elegido legalmente … y que de igual manera debe irse si ya no se le quiere.
El gobierno de la turba nunca tiene buenas consecuencias.
