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Estudiantes fantasmas

Este es el segundo artículo de una serie de tres sobre jóvenes inmigrantes.

Por Emilio J. Sánchez
Los7Días.com

Durante un mes, y en dos escuelas del distrito escolar, tuve la oportunidad de impartir clases de ESOL (Inglés para hablantes de otras lenguas) en el programa de GED en español. Al empezar, no imaginé que la experiencia fuera tan breve, pero desde el primer día anuncié mi propósito de escribir sobre ella. Lo que descubrí confirma que hay una flagrante práctica de exclusión que bordea o cala la ilegalidad.

Como expliqué en el primer artículo de esta serie, ese programa garantiza, en corto tiempo, un certificado de enseñanza media superior. Para adolescentes inmigrantes, se imparte en las mismas instalaciones del High School regular. Comparten el recinto, el mismo horario y el uniforme. Hasta ahí lo común.

Conocí las preocupaciones e intereses de esos jóvenes, indagué sobre cómo habían llegado al programa y qué pensaban de este.

Algunos señalaron que les gustaba por cuanto les permitía graduarse rápidamente y empezar a trabajar; otros se mostraban resignados: notaban la gran diferencia respecto del High School, pero estaban resueltos a graduarse, ingresar al College y seguir estudiando. Unos cuantos no tenían queja alguna: parecían encantados de que se les exigiera poco o nada (cero tareas); el ambiente escolar les facilitaba socializar e, incluso, divertirse.

Curiosamente, no hallé sentimientos de tristeza o frustración. Empero, nada de esto es óbice para ignorar las enormes diferencias entre los programas de High School y de GED en español, y los rasgos más censurables del segundo cuando acoge a quienes no debería.

Desiguales pero uniformados
Los estudiantes de High School transitan durante tres años por un currículo integral con numerosas asignaturas (más de 15), además de otras complementarias (Artes, Educación Física o Psicología). Asimismo, tienen la posibilidad de tomar disciplinas avanzadas (Advacement Placement), que otorgan créditos para el College. Después de que un estudiante termina su jornada escolar, puede optar por recibir tutorías en inglés, matemáticas o ciencias. El entorno, tanto de profesores como de condiscípulos, es diverso y culturalmente enriquecedor.

Nada de esto ocurre en el GED en español. Se trata de un curso básico de cuatro asignaturas, a la que se añade Inglés (ESOL). Concebido originalmente para adultos, por lo general trabajadores, permite obtener en 2-3 años el certificado de graduación, luego de aprobar los exámenes que consisten en preguntas de múltiple opción. A pesar de la relativa comodidad, la inmensa mayoría —unos dos tercios— no lo consigue.

 El estudiante de High School se desenvuelve dentro de un ambiente predominantemente angloparlante. Todas las asignaturas —con la excepción de idioma extranjero— son en esa lengua. Fuera de clase, como bilingües, pasan de una lengua a otra sin esfuerzo.

En el GED en español la enseñanza del inglés se basa en el sistema English for Results, diseñado para cinco niveles. Es un magnífico método, con extraordinarias posibilidades pedagógicas, pero no es el más apropiado para los educandos: primero, está concebido para adultos (no para adolescentes); y segundo, su fuerte es lo conversacional, por lo que el inglés académico ocupa un lugar secundario.

Más allá del mérito del recurso lectivo, lo cierto es que con unas pocas horas de inglés a la semana y, sobre todo, dentro de un ambiente —formal e informal— hispanoparlante, no se consiguen muchos avances.

Curiosamente, la falta de dominio del inglés no es impedimento para graduarse. Las asignaturas que cuentan son otras. Puede que alguno no sepa construir una oración en ese idioma, pero si aprueba matemáticas, estudios sociales, ciencias y artes del lenguaje (¡en español!), se llevará a casa el certificado. ¡Es como si nunca hubiera salido de Bogotá, Tegucigalpa o La Habana!

Pude conversar con la senadora demócrata Anette Taddeo acerca del particular. Taddeo busca que el Senado de la Florida, durante la sesión legislativa de enero de 2020, apruebe un proyecto de ley para cambiar radicalmente la situación de los jóvenes inmigrantes.

“Recién llegada de Colombia y con 17 años quise ingresar en High School. Todavía guardo el reporte de mi mala calificación en inglés. En aquel momento pensé que yo valía más que esa nota. Proseguí mis estudios, he sido empresaria y hoy soy senadora de la Florida”, afirma. “No es justo que se corten las oportunidades a jóvenes por no tener, en cierto momento, dominio del inglés. Al contrario, hay que ayudarles para que lo aprendan, cosa que no ocurre ahora”, señala.

Si Taddeo hubiera llegado de Colombia por estos días, la habrían condenado sin remedio al GED en español. No hubiera sido lo que hoy es; no hubiera logrado tanto en su vida, de lo que puede enorgullecerse en la actualidad.

“El programa es una gran injusticia. De hecho, es inconstitucional, pues la Constitución de la Florida exige que las personas con menos de 18 años reciban una educación equitativa y esta no lo es”, concluye.

En las escuelas públicas, los estudiantes reciben libros gratuitamente. Pero como el GED en español se considera un “programa para adultos”, se espera que los matriculados los adquieran por sus medios. A los adolescentes, muchos de los cuales no trabajan, se les aplica el mismo requisito. ¿El resultado? Pocos disponen de textos escolares: de 40 estudiantes, solo dos tenían en su poder el libro de trabajo, FUTURE-English for Results, 2010.

¿Y cómo exigirlo si en el aula contigua otros muchachos, quizás del mismo barrio, resienten el peso de sus mochilas, repletas de libros?

Esto no es todo. Por absurdo que parezca, los estudiantes del GED en español no tienen acceso a los servicios de la biblioteca de la escuela (por cierto, tampoco sus maestros). O sea, pueden usar uniformes y pasar como “regulares”, pero sin libros. Sin duda, hay otros seres más afortunados: ¿alguien se acuerda de la biblioteca para presos del filme Shawshank Redemption?

Abandonados y al garete
Los estudiantes de High School reciben la atención de profesionales que les orientan acerca de su futuro académico o les aconsejan desde el punto de vista psicológico, si atraviesan un período difícil o viven en un hogar disfuncional. Nada de esto ocurre en el GED. Y, créanme, muchos de los que conocí necesitarían con urgencia esa ayuda.

Estos estudiantes han quedado fuera de la mira de las estructuras burocráticas (desde los directivos de escuelas a los funcionarios del distrito escolar) y sus calificaciones no cuentan en las estadísticas. Forman parte de minorías, pero nadie los considera bajo ese criterio en la evaluación y registro de sus avances o retrocesos. Son como fantasmas.

Un ambiente donde las exigencias son mínimas es propicio al aburrimiento, al desinterés y la indisciplina. Aun reconociendo la calidad de sus profesores, algunos estudiantes se quejan de que el contenido de las asignaturas ya les resulta conocido.

La presencia ocasional de alumnos transferidos de escuelas —el GED ha servido siempre como receptáculo de escurriduras: estudiantes con mala conducta o pobres resultados docentes— incorpora un factor desestabilizador. Hay demasiada heterogeneidad en niveles de instrucción y, sobre todo, de intereses y motivación.

Toreando el fracaso
Una excursión a una escuela vocacional, en diciembre de 2018, les puso en contacto con una decena de atractivas carreras técnicas, de corta duración e incentivos materiales. Para mi sorpresa, la mayoría no se sintió entusiasmada.

Aspiran, dicen, a una ocupación más prestigiosa —o a una escuela de más brillo—. Evidentemente, no se han enterado de que uno de los objetivos del GED es que puedan ingresar en centros vocacionales y armarse con una profesión que les asegure una vida digna y un salario decoroso. Tal vez pequen de falta de realismo. ¿Y qué adolescente no lo padece?

Vislumbran en el College el antídoto contra la incertidumbre. Nadie les ha explicado que dicha ruta, a través del GED, puede ser más difícil de lo que imaginan. Para empezar, con insuficiente dominio del inglés necesitarán emplear parte del monto de las becas federales Pell —destinadas a estudiantes de bajos ingresos— para perfeccionarlo. Así, es posible que, para continuar los estudios, tengan que pedir préstamos.

Después de dos años esforzándose por mejorar el idioma se enfrentarán al más importante escollo: su endeble formación académica. Y esa no puede construirse en un curso remedial.

No quiero ser pájaro de mal agüero —estoy convencido de que algunos que conocí conseguirán títulos de asociado, bachelor y más—, pero la mayoría desistirá y no podrá evitar la sensación de fracaso. No es el fin del mundo, pero pudiera evitarse. A los que vienen detrás les ocurrirá lo mismo, si dejamos las cosas como están.

El “paquete de enseñanza” preparado para estos adolescentes, recién inmigrantes, es inferior y, por tanto, no garantiza que tengan igualdad de oportunidades. El programa GED en español no es la solución para ellos.

En la próxima entrega explicaré por qué.

 

Las opiniones y el contenido expresados en este artículo son exclusivamente las de su autor y no reflejan la posición editorial de Los7Días.com.

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