Por David J. Hall
Los7Días.com
“Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros.”
Old Major tenía razón.
Jussie Smollet es un artista de TV, negro, homosexual… y simpatizante del partido Demócrata.
El pasado mes de enero, una bomba política estalló en los medios de prensa cuando Smollet, estrella del popular programa de TV Empire, denunció haber sido atacado en las calles de Chicago, en medio de la madrugada, por individuos blancos que vestían las vilipendiadas gorras rojas con la inscripción “Make America Great Again” que identifica a los más fervientes admiradores del presidente Trump. Según la denuncia de Smollett, los criminales le pusieron una soga al cuello mientras gritaban “Este es el país MAGA”, que en efecto significa “Este es el país de Trump.”
Smollett no presentó ni una prueba de su acusación, pero la vileza del supuesto ataque contra un negro, además homosexual, provocó reacciones inmediatas de denuncia en la prensa y medios políticos, que corrieron en defensa de Smollett y no esperaron a ninguna corroboración de los hechos para acusar visceralmente al presidente Trump y sus seguidores de crear y perpetuar el “ambiente racista y homofóbico” que, según ellos, provocó el ataque.
Polvora política
Como era de esperar, el asunto se convirtió de inmediato en pólvora política que los Demócratas y sus aliados en la prensa decidieron explotar de inmediato:
Cory “Spartacus” Booker, destacado postulante a la nominación presidencial por el partido Demócrata declaró: “El brutal ataque contra el actor Jussie Smollett fue un intento moderno de linchamiento…”
El mismo día que Smollett denunció el “ataque”, la portavoz de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, publicó un tweet que decía: “El ataque racista y homofóbico contra Smolett es una afrenta a la humanidad”.
Kamala Harris, otra de las principales contendientes a la nominación Demócrata dijo que “Jussie Smollet es una de las personas más amables que conozco…Esto fue un intento de linchamiento moderno. Nadie debe temer por su vida debido a su sexualidad o al color de su piel”.
Declaraciones como éstas se sucedieron con rapidez entre otras figuras políticas Demócratas —en estricto honor a la verdad, hay que decir que hasta el presidente Trump denunció inicialmente el ataque— que los medios de prensa repitieron y vociferaron alegre y estridentemente ad naseum… hasta que toda la historia se vino abajo como una mentira total. Sin embargo, cuando se determinó más allá de alguna duda que Jussie Smullett había inventado esta grotesca historia para, aparentemente, ganar mayor notoriedad, ninguno de los que inicialmente se apresuraron a defenderlo lo condenaron y, de hecho, aunque algunos trataron de retractarse o alejarse de sus primeras declaraciones, muchos incluso aún lo tildaron de “víctima” en todo el incidente.
La saga es mucho más larga y compleja, pero, como ejemplo, hasta aquí es suficiente.
Andy Ngo es un periodista/activista de origen vietnamita, homosexual y… conservador.
El 1º de julio, Andy se encontraba cubriendo una manifestación del grupo Antifa en la ciudad de Portland, Oregon, cuando un grupo de militantes de la organización que dice ser antifascista, aunque con sus característicos atuendos negros y las caras cubiertas para evitar ser identificados, atacaron brutalmente a Andy, quien tuvo que ser hospitalizado con serias lesiones en los ojos y la cabeza y una contusión cerebral.
El caso de Andy Ngo
Contrario al caso de Smollett, en el que no hubo ni un testigo, las imágenes del vil ataque contra Andy Ngo son pruebas irrefutables de la veracidad y gravedad del incidente. Lo más interesante —y deplorable— del caso, es que la mayoría de los medios de prensa, con escasas excepciones —Fox News, WSJ— han sido extraordinariamente parcos en su cobertura de este ataque fascista —sí, fascista— en contra de un periodista/activista que, como Jussie Smollet, pertenece a una minoría étnica y es también homosexual, y los mismos políticos que se apresuraron sin pruebas a defender a Smollett y vilipendiar a los que apoyan al Presidente Trump en un caso que resultó vergonzosamente falso, han mantenido un sospechoso silencio o han hecho tibias declaraciones diseñadas para cubrir apariencias. Tal parece que todos los homosexuales y de una minoría étnica son iguales, pero algunos son más iguales que otros.
Políticos Demócratas y medios de prensa liberales disfrutan en calificar al presidente Trump y los que lo apoyan de fascistas, racistas, homófobos y cuanto epíteto se les ocurra. Antifa, una organización con tácticas de turba, claramente violenta —algunos políticos y personalidades conservadores han pedido que se los califique de terroristas domésticos—, encuentra sin embargo aceptación inexplicable en los medios Demócratas y liberales de izquierda.
Los delitos motivados por odio racial u orientación sexual deben ser fuertemente condenados y castigados. La violencia, en todas sus manifestaciones, especialmente en el ámbito político, debe ser fuertemente condenada y castigada. Pero, cuando un partido político, y sus acólitos, decide ser selectivo en cómo aplica este principio, e influyentes medios de prensa se prestan desvergonzadamente a ese juego, ambas instituciones son culpables de socavar las bases éticas y hasta jurídicas de la sociedad, y en su lugar promueven un ambiente en el que los “delitos causados por odio (hate crimes)” y la violencia política pueden pasar de ser sucesos esporádicos condenables a casos frecuentes aceptables. Una sociedad que observa esta aberración sin condenarla es una sociedad enferma, y una actitud impasible nos convierte de víctimas en cómplices.