Por Otto Rodríguez
Los7Días.com
Conocí por primera vez a esta elegantísima dama una tarde invernal y gris del año 2001. Y a pesar del frío parisino de finales de febrero, la peculiar fachada de la catedral de Notre Dame, su nave y vitrales calentaron mi corazón con esa infinita gracia que le permite a los sitios extraordinarios sobrevivir siglos de turbulencia.
Después tuve varias oportunidades de pararme frente ella, la última vez en el verano del 2017, porque lo cierto es que uno nunca se cansa de París. Ella, paciente y legendaria, es uno de esos lugares del mundo occidental que, además de simbolizar la Cristiandad, fascina al viajero de una manera única y memorable.
En las palabras de una amiga parisina, Notre Dame “sobrevivió la Revolución Francesa, dos guerras mundiales y ni Hitler se atrevió a tocarla”.
Lo más irónico de las llamas implacables que casi devoran esta emblemática catedral ubicada a la orilla del Sena es que ocurren en Semana Santa, y en medio precisamente de una amplia labor de renovación en sus exteriores.
Todo lo que se refiere a Notre Dame resulta milenario, pues su construcción tomó casi 200 años y el edificio original fue completado nada menos que en 1345. Hoy, casi en ruinas, después del devastador incendio del 15 de abril, su fachada (esa que es reconocida por todo el que llega a París), todavía está en pie, retando nuevamente al tiempo y a la historia.
Adversidad milenaria
La adversidad no es nueva para esta orgullosa dama, que ha sobrevivido al vandalismo más extremo en diferentes épocas, a una revolución que se propuso arrasar con todo símbolo de monarquía y opulencia, y también a las dos guerras más sangrientas que ha conocido la humanidad.
Justamente, durante la Revolución de 1789, muchos de los tesoros que entonces albergaba la edificación fueron destruidos en medio del fragor popular, cuando la catedral fue usada como almacén de alimentos y casi todas sus campanas resultaron fundidas.
Ubicada en el lado este de Île de la Cité, y construida en lo que fueran las ruinas de otras dos iglesias, la catedral fue iniciada por el rey Luis VII, que vio en ella un símbolo de la supremacía cultural y política de la capital francesa. Los historiadores aseguran que la primera piedra del edificio fue colocada por el Papa Alejandro III en el año 1163.
Cuenta la leyenda que todo el que se para en el kilómetro cero, un punto muy cercano a la fachada de Notre Dame que todos conocemos (incluso los que no la han visitado), regresará a París. Hoy me atrevo a asegurar que una tarde perdida en el futuro, podré ver nuevamente a esta dama erguida y restaurada, dejando pasar ante sí un nuevo siglo.