Por Guillermo Descalzi
Los7Días.com
Trump se declaró “Nacionalista”, algo como en un National Sozialismus sin socializmus, y no importa qué tipo de nacionalismo sea este, todos son imperiales, no como en los antiguos imperios con posesiones en ultramar, este es imperial sobre su propia población, la nuestra, nosotros, un nacionalismo personalista en el que “yo impero aquí”.
Es una revelación en la tradición de los grandes destapes, como el de Castro después que dijera que “El pueblo de Cuba sabe que el gobierno revolucionario no es comunista”.
Hemos llegado al punto en Estados Unidos en el que el diálogo político se ha hecho imposible sin violencia verbal, moral y hasta física. ¿Qué es la detención de los niños sino violencia física y moral? Ahora tenemos el caso de las bombas a personas señaladas por Trump como culpables del mal, sus enemigos.
Confesión macabra
Su destape, su ‘yo soy nacionalista’ lo hizo en el estilo peculiarmente burlón que no puede evitar, consecuencia de toda su vida, pero su declaración de “I am a nationalist” no tiene nada de burlón, es macabra.
“You know what I am? I’m a nationalist, okay? I’m a nationalist. Nationalist. Nothing wrong.” Allí lo tienen, ni demócrata ni republicano, nacionalista es lo que es, así se define.
El “Yo soy nacionalista” de Trump debiese ponerle los pelos de punta a los republicanos en el Congreso, cogidos entre su temor y el amedrentamiento del presidente… ¿Por qué no hacen lo honorable, cambiar de nombre al partido, de republicano a nacionalista?
Seamos claros, el Partido Republicano de ayer murió… ayer. El nuevo partido Trumpiano promueve la violencia en manifestaciones en las que señala a sus enemigos y solevanta sus bases.
La violencia caracterizó al nacional socialismo de la Alemania de los 1930, donde culpaban a judíos por lo que los nacionalistas hacían. Hoy le echan la culpa a los inmigrantes y demócratas como si este último fuese el partido de la inmigración de ‘los que no son nuestros’.
Trump se parece más a Mussolini que al ‘otro’ en lo inverosímil de sus poses. Véanlo, mentón alzado, quijada adelante, cejas fruncidas, solo le falta alzar el brazo y saludar con la palma de su mano. Su retórica incendiaria está produciendo resultados previsibles, pero se hace el inocente. Lo bueno hoy es que aún estamos a tiempo de detenerlo con un Congreso demócrata en la próxima elección, uno que asuma el papel que tiene, pero no ejerce, de fiscalizador de la presidencia.
Pasado vs. presente
El Nacionalismo Trumpiano es una antítesis de lo que fue el Partido Republicano de ayer. El de ayer fue conservador, el de hoy es oportunista. El de ayer veló por la moralidad cotidiana, el de hoy tolera la inmoralidad grosera y tosca del mandatario. El de ayer fue valiente, el de hoy es subsirviente. El de ayer honró la verdad, el de hoy utiliza la mentira presidencial y se escuda tras ella sin reparos en aprovecharla.
El partido de los republicanos de ayer ha muerto, lo mataron sus mansos con venias, no sus bravos a golpes ciegos. La mansedumbre republicana en el Congreso es apabullante. Las bombas a los ‘enemigos’ de Trump debiesen despertarlos, pero la retórica Trumpiana le echa la culpa a la oposición demócrata y al periodismo convencional, ellos son los que promueven la violencia.
La basura retórica está logrando tapar la verdad, el país se está tercermundizando con montes de basura sobre la verdad. Hoy nos manejamos en terrenos de mentira, basura, grosería, violencia e inmoralidad, pero no les importa a sus seguidores que las emplean ellos mismos como armas para cubrir su verdad.
El Partido Republicano se ha convertido en transaccional, uno en el que no importa lo que suceda, lo que importa es el resultado en un estado en el que el fin justifica los medios, y si eso no es inmoral, entonces que será. Ave Caesar, imperator tu es.